Foto: Municipalidad distrital de Nueva Cajamarca

Es su Presencia, el corazón está hecho para Cristo

Carta de un amigo de CL que, frente al desafío de estar llenos de una esperanza y de una alegría, surgen preguntas y se generan espacios para caminar juntos, partiendo de la iniciativa de Cristo

En este tiempo que estamos poco a poco recuperando nuestra presencia en las calles, en el trabajo, luego de 20 meses de cuarentena, me estoy preguntando: ¿Por qué para mí han sido meses intensos?, seguramente, meses cargados de activismo y de intentos fallidos; generalmente, han sido intensos.

Solamente encuentro respuesta en la provocación que don Carrón nos hizo al inicio de la pandemia: Solo cuando domina en nosotros una esperanza fundada somos capaces de afrontar las circunstancias sin huir. Esto nos desafiaba a estar lleno de una esperanza y de una alegría, orientado a una laboriosidad indómita. No dejé de preguntarme: ¿Cómo es posible realizar un trabajo indómito estando en confinamiento? De todas formas, lo necesitaba y comencé a ofrecer todo a Cristo.

Con algunos amigos y el párroco hemos organizado un comedor para familias pobres, visita a enfermos, búsqueda de donación de víveres, de ayudas económicas para implementar salas de covid y de espacios para contagiados foráneos; etc. Posteriormente, vino la campaña por las elecciones presidenciales en la que me impliqué a fondo porque siempre rondan ciertas amistades que quieren lanzarme al ruedo de la política; en medio de este activismo, aspecto que caracteriza mi persona, siempre he percibido cierto vacío, pero como sucede casi siempre, esquivamos la mirada hasta que nos hundimos más en ese vacío y entonces volvemos a partir de la iniciativa de Cristo.

Por casi un mes, unos amigos me preguntaban cuándo retomaríamos la escuela de comunidad presencial, ya que por aspectos técnicos, para la mayoría no es posible conectarse virtualmente. Cuando les pregunté ¿por qué quieren volver? Cada uno respondió: porque me falta Cristo; lo mismo que yo estaba percibiendo sobre mí. Entonces, me he preguntado: ¿cómo es posible que nos falte Cristo si vamos a misa, comulgamos (al menos el párroco me permitía ingresar clandestinamente a su casa para la misa de los sacerdotes y poder comulgar), pero cómo es posible que me falte Cristo.

Me he conmovido al escuchar a mis amigos con quienes recién en el 2019 comenzamos a reunirnos. He comprendido que para nosotros Cristo es una Presencia, es una experiencia. Así también he comprendido que el problema mío es que elimino, algunas veces, la esperanza y de lo que nos ha acontecido. Qué alegría he sentido al retomar la escuela de comunidad y escuchar que la compañía es el lugar al que siempre podemos volver, aun cuando mi libertad apuesta por intentos fallidos. No puedo decir que estoy arrepentido por haber perdido el tiempo; no me sucede eso, porque todo ha servido para que el Misterio me ayude a darme cuenta que me falta su Presencia y que mi corazón está hecho para Él; y esto ha sucedido también a mis amigos. Aquí estamos.

Marco, San Martín (Perú)