Una postura distinta a través de una compañía

Carta de una amiga de CL que ha sido atraída, a través de los gestos de Cuaresma, a reconocer una Presencia más allá de la emergencia sanitaria

Desde que se inició la emergencia sanitaria por el Covid-19, mis días han sido tan distintos, los gestos vividos con CL durante esta época me hacían falta; esos momentos y compañías tan cotidianas para mí ya no estaban. Por otro lado, grandes encuentros han sucedido estas semanas de aislamiento, con mi familia hemos vuelto a compartir almuerzos, juegos, charlas y misas, como hace tiempo no lo hacíamos, pues cada uno siempre estaba en lo suyo ya sea por trabajo, estudio u otras actividades.

Estar en casa por el temor a contagiarnos, en cierto modo me ayuda a entender que, por más miedo que me cause, es un regalo de Él que me provoca a vivir intensamente la realidad, no me ahorra nada y tampoco la necesidad que tengo de Cristo, de confiarle todo lo que soy, de enfrentarme en estos días, donde la nostalgia aumenta y el rezar se vuelve más cotidiano. Estar delante de esta realidad me ha hecho mirar al otro con amor, compartir la mesa con mis hermanos, jugar con mis sobrinos pequeños, conversar con mi madre y mi tío, todo se vuelve signo de Cristo presente en mi casa.

La situación de estar aislados me ha permitido mirar los gestos del movimiento como una necesidad, dentro de su sencillez, por más pequeños que sean, causan una gran revolución en mi vida. Me acuerdo que, durante la Cuaresma, en una de las escuelas de CLU se propuso realizar el Jueves Santo, un gesto tan significativo para nosotros: los textos, imágenes y cantos propuestos son muy útiles y nos ayudan a tomar conciencia de quién es Él. Ver que todos dieron su disponibilidad me llenó de alegría; la organización del gesto se volvió ocasión de conversación con amigos que recién conocía, y en un momento dado, fue tan sencillo preguntar: ¿Cómo están?, ¿cómo se sienten? nos volvimos cercanos tan solo por el sí de cada uno. Repartirnos las lecturas, practicarlas, preparar los cantos y las imágenes, hacer ensayos de conexión, todo fue un trabajo en equipo, era sorprendente porque todos estaban dispuestos a dar su tiempo. El sí de cada uno me hizo entender, que por más que estemos separados físicamente, siempre está nuestro deseo, la compañía nos ayuda a estar en este camino. Fue un gesto para todos, con la consciencia que lo hacíamos para Cristo, todo para Él.

Arlet, Lima (Perú)