Gratitud y belleza de la Iglesia
Carta de un profesor que al participar en la misa de consagración de monseñor Ciro Quispe, ha percibido la gratitud y belleza en la experiencia de la Iglesia, viviendo el acontecimiento no como espectador, sino afirmando la propia presenciaEl pasado 15 de diciembre, el sacerdote Ciro Quispe fue ordenado obispo prelado de Juli ubicado en la región de Puno. Monseñor Ciro es un sacerdote cusqueño que conoció el movimiento de CL cuando era seminarista y se hizo amigo de Dado Peluso, quien lo ayudó a organizar la presentación de algunos libros de don Giussani en Cusco. Luego, fue a estudiar a Roma (Angelicum, Gregoriana, etc.). Hace unos años regresó al Perú, trabajó un tiempo en la Universidad Católica Sedes Sapientiae (UCSS), luego en la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima (FTPCL). Finalmente, un par de años fue Director de Estudios del Seminario de Cusco. Casi un mes después de ser ordenado obispo, monseñor Ciro quiso celebrar su misa en Lima, justamente en la parroquia Santa Beatriz en el distrito de Lince donde fue sacerdote muchos años. Por su amistad con el movimiento, invitó a todos a participar en la misa de su consagración, el cual se realizó el 13 de enero del 2019, a las 7:00 p.m. Participaron muchas autoridades de la Iglesia, así como el alcalde del distrito de Lince y el público en general.
A raíz de ello, un profesor y amigo del movimiento CL escribió una carta dando su testimonio sobre el momento vivido durante la liturgia:
Queridos amigos:
Quería comentar lo mucho que me ha conmovido el hecho de que tantos de nosotros hayamos coincidido en la misa de monseñor Ciro. Y me ha llamado la atención el que, habiendo llegado en distintos momentos, hayamos estado en las primeras bancas, adelante, como queriendo estar presentes con una absoluta certeza, no queriendo perder ningún detalle, queriendo vivir el acontecimiento no como espectador de última fila, sino afirmando la propia presencia.
Yo he estado en un costado, en la parte de adelante del lado del Evangelio y veía el rostro de quienes estaban en las primeras bancas: Daniela, María Luisa, Giuliana, Karina, Vanessa, Angélica, Dani o en el lado donde yo estaba Silvia, Oswaldo, Christian, los hijos de algunos de ellos y me maravillaba la atención que ponían. Realmente, me ha emocionado ver sus rostros, porque en medio de una multitud (la Iglesia estaba abarrotada) he reconocido a mis amigos, con la mirada atenta puesta en un mismo punto, que es la del testigo que nos remite a Cristo. Eran rostros de atención casi como los de los personajes de Giotto en la Capilla Scrovegni. Era vivir la experiencia de la Iglesia.
Me ha conmovido toda la ceremonia, los cantos, el participar de la gente que en momentos hacia retumbar la Iglesia, el entusiasmo y sencillez de monseñor Ciro, la expresividad y alegría del nuncio apostólico Nicola Girasoli, la discreción y acogida del párroco. Cuando veía todo desde un lado, con el corazón tan contento, pensaba que si así era el reencuentro con un amigo después de un tiempo, ¿será así el día que nos encontremos con Cristo cara a cara?
Y pensaba que un momento así es un anticipo del paraíso. Y precisamente eso es la liturgia, un pregustar en este mundo la belleza de la liturgia celeste, del participar en la liturgia eterna en el paraíso. ¡Qué belleza y qué gratitud!
Luis, Lima (Perú)