Disponibles ante lo que hace Otro

Carta de una profesora que al participar en un «desayuno solidario», a favor de la campaña Manos a la Obra, ha percibido «la experiencia de gratitud, de una plenitud que nos urge comunicar»
(de Huellas n.° 1, enero 2019)

En la Universidad Católica Sedes Sapientiae, hemos tenido un «desayuno solidario» a favor de la campaña Manos a la Obra, con algunos estudiantes que hace unas cuantas semanas atrás, asisten a la propuesta planteada por la profesora Giuliana Contini, titulada: Giussani forever. Afirmación que brotó espontáneamente de Emily, una de sus alumnas que un día cualquiera la buscó para agradecerle por haberle presentado a Giussani, a través del Curso Básico de Cristianismo. Entonces Giuliana lanzó la propuesta de juntarnos a dialogar con nuestros estudiantes sobre si Giussani forever, en el fondo, se puede interpretar como «Cristo se hace presente ahora» y donde plantear preguntas.

Es bonito ver lo que está sucediendo entre ellos, es decir, cómo Cristo pasa a través de un sí. Empezando por Giuliana, que a sus 78 años se pone en la puerta de la UCSS a volantear a las 7:30 de la mañana, y ver como todos los demás jóvenes, aunque no conociéndose muy bien, entre ellos, se ponen «manos a la obra» por Otro. Yo no sé si todos los que hemos participado del gesto hayamos sido muy conscientes de esto, pero estoy segura que «la experiencia de gratitud, de una plenitud que nos urge comunicar» de la cual hablaba Carrón al invitarnos a participar de la campaña, sí.

También me ha sorprendido ver lo importante que es el volanteo, porque ahora casi todo se comparte de forma virtual y se pierde la oportunidad de conocer a otros. Sin embargo, nos animamos a volantear y un día antes, mientras lo hacía, conocí a María que se acercó a preguntarme de qué se trataba. Después de que le expliqué, me dijo que le gustaría apoyar y esperó dos horas para estar presente en nuestra última reunión. Luego, por la noche, me consultaba sobre el cartel que estaba preparando y me lo dejó muy temprano, en la sala de profesores, con unos plumones «por si faltaba alguna cosita». Al terminar sus clases, estuvo con nosotros y se quedó vendiendo casi hasta el final. Ese mismo día, por la noche, me escribió para «agradecerme por haberle dado la oportunidad» (¡como si se tratara de algo mío!).

Hemos quedado para encontrarnos con los otros jóvenes, para tomar algo e ir a la misa de Navidad de nuestra Universidad y ella ¡quiere venir!
No me espero nada de esto (aunque no suene bien) pero sí tengo la certeza de que estando disponible a lo que Cristo hace acontecer, el corazón se llena de alegría y la vida florece.

Andrea, Lima (Perú)