Papa Francisco ante las reliquias de los santos peruanos (Alfa y Omega, 2018).

Chile y Perú, de la mano de los santos

El Papa considera las vidas de los santos, arraigadas en la historia cercana y concreta de los pueblos a los que visita, como una clave para explicar la fe e interpretar las vicisitudes de la Iglesia, como una palanca para abrir el futuro
José Luis Restán

Francisco ha realizado su trabajoso viaje a Chile y Perú de la mano de los santos. No pretendo hacer una reflexión piadosa ni creo que para Francisco se haya tratado de un recurso para favorecer el fervor o escapar de las tierras pantanosas de la actualidad. Por el contrario, el Papa considera las vidas de los santos, arraigadas en la historia cercana y concreta de los pueblos a los que visita, como una clave para explicar la fe e interpretar las vicisitudes de la Iglesia, como una palanca para abrir el futuro.

En Chile no ha dejado de citar a San Alberto Hurtado, un testigo contemporáneo de la fe que a Francisco tiene que resultarle especialmente sugerente. Este jesuita chileno que vivió en la primera mitad del siglo XX ilustra bellamente cómo la fe plasma todas las dimensiones de lo humano. El padre Hurtado se conmovía frente un mendigo tendido en plena calle y esa conmoción se convertía en un juicio histórico, en una pista para forjar una obra como el Hogar de Cristo, en la que se observan perfectamente unidas la caridad y la misión. Lo mismo se inclinaba sobre el rostro sufriente que encontraba en una esquina que sondeaba el compromiso político y social de los católicos en la Europa de la posguerra. Francisco ha usado sus palabras para invitar a los líderes chilenos a construir una patria acogedora para todos, para reverdecer el impulso de construir una ciudad a la medida del hombre; pero también ha querido proponerlo como modelo a los jóvenes, al decirles que sólo mirando a Jesús, teniéndolo realmente presente como factor de su experiencia, podrán mantener encendido el corazón y ser protagonistas del cambio.

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