La belleza de una espera
Han sido semanas intensas para la preparación de la presentación del libro de Julián Carrón en Lima, Perú, desde la elaboración del afiche y el volanteo, hasta la intervención de la artista Ivonne Labrousse TerryDesde el momento en que supe que Julián Carrón venía al Perú el 12 de setiembre para presentar su libro La belleza desarmada pensé: «aún hay más». Si en lo que iba del año ya estaba llena de gratitud por tantos regalos, pasó como una película donde estoy siendo protagonista viviendo junto con amigos la madurez de la fe. La compañía concreta, mi casa, los amigos dentro y fuera del movimiento, la familia, los dolores, las alegrías, la vida toda llena y acompañada de testigos –Stefania Famlonga, Michele Faldi, Julián de La Morena, Alberto Savorana, Javier Prades–, inclusive el desgarro de las partidas de amigos queridos, ¿y todavía hay más? Entonces supe que no quería perderme nada, por todo lo que acabo de decir, por la vida que tengo, por lo que veo, por lo que vivo. Así que di mi disponibilidad y lo que he recibido es seguir ganando, he visto un pueblo, otra vez un pueblo en camino, compartiendo la alegría de esperar a Julián Carrón, viviendo.
Cuando lanzamos la propuesta, se puso en marcha una espera activa inmediata. No teníamos el problema de no tener tiempo, el problema era que nos faltaban horas al día porque brotaba la humanidad con una creatividad genial, y no podía dejar de preguntarme: ¿de dónde viene esto? Y otra vez verificar que es Él, que es Jesús quien hace explotar la humanidad, ha hecho estallar la profesionalidad de cada uno no como cargos sino como servicio. Como mi amiga Maribel, la pequeña periodista, corriendo con los contactos; Karina con los auspicios; Iván y Silvia buscando entre sus colaboradores de trabajo, pacientes, familiares de sus pacientes; María Angélica, pidiendo ayuda para traer un bus desde Puente Piedra; Eduardo diciéndome que le apuntara; familias enteras volanteando en sus barrios o en los barrios de los amigos. Tantos ejemplos de esta espera que no era un grupo organizativo, eran aquellos que buscan a Jesús y le esperan porque viene a su casa.
Y como sucede en la vida, no se nos quitaba nada porque junto con esta alegría el Señor nos estaba pidiendo un desgarro, una despedida con una distancia física. Nuestro amigo Giovanni regresaba a Italia y yo pedía que no fuera una contradicción. Esta petición es lo que ha hecho posible decirle “hasta pronto” confiada en que es para un bien y deseando ser obediente como Él. No se nos ha ahorrado nada al Perú, Jesús lo está prefiriendo. Para dudarlo tendría que negar lo que he visto.
Como soy un hueso duro, el Señor me permitió tener cerca a mi amiga Silvia, que compartía conmigo su tensa espera, pero sobre todo activa, como es ella. Me comentó: «Yo conozco a una mujer estupenda llena de pasión por la vida, es artista. Su esposo fue paciente mío y falleció hace dos años pero con ella –se llama Ivonne Labrousse Terry– hay una relación bonita. No es que la vea con frecuencia pero cuando la veo me llena mucho, por el deseo que tiene de entender la vida». Yo escuchaba a Silvia y me daba cuenta de que lo que describía era (como nos dice Carrón) el acento de verdad que todos llevamos dentro. Así que Silvia se lanzó al desafío y le ha hizo la propuesta a menos de un mes de la fecha de presentación del libro. Otra vez toda una aventura los diálogos entre ellas, las preguntas de Ivonne, su temor desde el título del libro, pero sobre todo su corazón sencillo en su sí, al aceptar la propuesta de un testigo. Y eso es lo que nos ha regalado en la presentación una mujer que según el mundo podría tener la vida ya resuelta pero se ha dejado vencer, ha expuesto la intimidad de su vida frente a Carrón, a quien era evidente que miraba con afecto porque Julián la ha mirado antes así. Frente a un auditorio lleno de 600 personas, acompañada de su amiga Silvia.
Esto es un hecho y delante a mis ojos estaba todavía una vez la pregunta: «¿Un hombre culto de nuestros días, puede creer en la divinidad del Hijo de Dios, Jesucristo?». Sí.
Claro que hemos dormido menos, claro que hemos sacrificado momentos en casa, claro que ha habido discusiones; es una vida en movimiento para responder a una invitación, llamándonos a cada uno por nuestro nombre. “Pueblo peruano, voy a su casa... ¿me hospedan?”. Hemos dicho sí y le decimos “quédate con nosotros”, y es indudable que está. La evidencia de esta preferencia pasa ahora por el lugar en que estamos, se evidencia al descubrimos haciendo cosas que no son por una capacidad personal sino por un corazón vivo.
¡Qué precioso! Volverlo a escribir es como volver a vivirlo y una ayuda a que siga vivo este deseo de buscarle día y noche. ¡Cómo no estar segura de que lo mejor está por venir!
Vanessa, Lima (Perú)