La carta con motivo de las nuevas ordenaciones del sábado 27 de junio en Roma

Julián Carrón

A los presbíteros ordenandos
don Andrea Aversa, don Francesco Facchini, don Davide Matteini, don Paolo Pietroluongo, don Umberto Tagliaferri, don Carlo Zardin

y a los diáconos ordenandos
Giuseppe Cassina, David Crespo, Giovanni Fasani, Apolonio Latar, Cristiano Ludovici, Stefano Motta, John Roderick, Stefano Tenti, Davide Tonini


Queridos amigos:

En este día tan decisivo para vuestra vida quiero manifestar todo mi afecto y gratitud personal, junto con la de todo el movimiento de Comunión y Liberación, por vuestro “sí” definitivo a Cristo Señor. Mi agradecimiento se extiende a don Paolo Sottopietra, a todos los miembros de la Fraternidad Sacerdotal de los Misioneros de San Carlos Borromeo y a todas las Misioneras, a vuestros padres, familiares, amigos, junto a monseñor Massimo Camisasca, por cuya imposición de manos Cristo os conformará para siempre a Él en las órdenes sacerdotal y diaconal.

En esta hora de gracia para vosotros se cumple lo que proclama uno de nuestros himnos: “Inmersos en el gran Misterio”, os revestís plenamente de la Presencia de Cristo Resucitado por la acción de Su Espíritu y os convertirá para siempre en testigos privilegiados de la Resurrección, dispensadores de la infinita misericordia de Dios, pastores de Su ternura, como nos recordaba hace unos días el Papa Francisco.

Os deseo de corazón que vuestra nueva existencia en el vínculo amistoso con la Fraternidad San Carlos goce de una identificación cada vez más profunda con la vitalidad del carisma de don Giussani en la inmanencia al Movimiento, en servicio de la Iglesia y de nuestros hermanos los hombres con los que os encontrareis en los lugares y circunstancias de vuestra misión. Así nos ayudareis a todos a responder al mandato fascinante y exigente, propio de un padre amoroso, que el 7 de marzo en San Pedro el Papa Francisco nos ha confiado: «…Así, centrados en Cristo y en el Evangelio, ustedes pueden ser los brazos, las manos, los pies, la mente y el corazón de una Iglesia “en salida”. El camino de la Iglesia es salir para ir a buscar a los lejanos en las periferias, para servir a Jesús en cada persona marginada, abandonada, sin fe, decepcionada por la Iglesia, prisionera de su propio egoísmo».

¡Gracias, hermanos!

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